MENSAJE DEL
SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA XLVII
JORNADA MUNDIAL
DE LAS
COMUNICACIONES SOCIALES
«Redes Sociales:
portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización»
Domingo 12 de
mayo de 2013
vatican.va
Queridos
hermanos y hermanas:
Ante la
proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2013, deseo
proponeros algunas reflexiones acerca de una realidad cada vez más importante,
y que tiene que ver con el modo en el que las personas se comunican hoy entre
sí. Quisiera detenerme a considerar el desarrollo de las redes sociales
digitales, que están contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una plaza
pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones,
opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad.
Estos espacios,
cuando se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen formas de diálogo y
de debate que, llevadas a cabo con respeto, salvaguarda de la intimidad,
responsabilidad e interés por la verdad, pueden reforzar los lazos de unidad
entre las personas y promover eficazmente la armonía de la familia humana. El
intercambio de información puede convertirse en verdadera comunicación, los
contactos pueden transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la
comunión. Si las redes sociales están llamadas a actualizar esta gran
potencialidad, las personas que participan en ellas deben esforzarse por ser
auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas e
informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la
comunicación.
El desarrollo de
las redes sociales requiere un compromiso: las personas se sienten implicadas
cuando han de construir relaciones y encontrar amistades, cuando buscan
respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando se sienten
estimuladas intelectualmente y comparten competencias y conocimientos. Las
redes se convierten así, cada vez más, en parte del tejido de la sociedad, en
cuanto que unen a las personas en virtud de estas necesidades fundamentales.
Las redes sociales se alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el
corazón del hombre.
La cultura de
las redes sociales y los cambios en las formas y los estilos de la comunicación
suponen todo un desafío para quienes desean hablar de verdad y de valores. A
menudo, como sucede también con otros medios de comunicación social, el
significado y la eficacia de las diferentes formas de expresión parecen
determinados más por su popularidad que por su importancia y validez
intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a menudo más de la fama o de
estrategias persuasivas que de la lógica de la argumentación. A veces, la voz
discreta de la razón se ve sofocada por el ruido de tanta información y no
consigue despertar la atención, que se reserva en cambio a quienes se expresan
de manera más persuasiva. Los medios de comunicación social necesitan, por
tanto, del compromiso de todos aquellos que son conscientes del valor del
diálogo, del debate razonado, de la argumentación lógica; de personas que
tratan de cultivar formas de discurso y de expresión que apelan a las más
nobles aspiraciones de quien está implicado en el proceso comunicativo. El
diálogo y el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se conversa y se toma
en serio a quienes sostienen ideas distintas de las nuestras. «Teniendo en
cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo
acepten la existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a
enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de
bello» (Discurso para el Encuentro con el mundo de la cultura, Belém, Lisboa,
12 mayo 2010).
Las redes
sociales deben afrontar el desafío de ser verdaderamente inclusivas: de este
modo, se beneficiarán de la plena participación de los creyentes que desean
compartir el Mensaje de Jesús y los valores de la dignidad humana que promueven
sus enseñanzas. En efecto, los creyentes advierten de modo cada vez más claro
que si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente digital
podría quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas para las
que este espacio existencial es importante. El ambiente digital no es un mundo
paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad cotidiana de
muchos, especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales son el fruto de la
interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las dinámicas de la
comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión atenta de este
ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa dentro del mismo.
La capacidad de
utilizar los nuevos lenguajes es necesaria no tanto para estar al paso con los
tiempos, sino precisamente para permitir que la infinita riqueza del Evangelio
encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y los corazones de
todos. En el ambiente digital, la palabra escrita se encuentra con frecuencia
acompañada de imágenes y sonidos. Una comunicación eficaz, como las parábolas
de Jesús, ha de estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos
a quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de Dios. Por
lo demás, sabemos que la tradición cristiana ha sido siempre rica en signos y
símbolos: pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos, el belén, las imágenes
de la Virgen María, los vitrales y las pinturas de las iglesias. Una parte
sustancial del patrimonio artístico de la humanidad ha sido realizada por
artistas y músicos que han intentado expresar las verdades de la fe.
En las redes
sociales se pone de manifiesto la autenticidad de los creyentes cuando
comparten la fuente profunda de su esperanza y de su alegría: la fe en el Dios
rico de misericordia y de amor, revelado en Jesucristo. Este compartir consiste
no solo en la expresión explícita de la fe, sino también en el testimonio, es
decir, «en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean
profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable
explícitamente de él». (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales 2011). Una forma especialmente significativa de dar testimonio es la
voluntad de donarse a los demás mediante la disponibilidad para responder
pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de
búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana. La presencia en
las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer confirma la relevancia de
la religión en el debate público y social.
Para quienes han
acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta radical a las
preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida ―que
están presentes en las redes sociales― se encuentra en la persona de
Jesucristo. Es natural que quien tiene fe desee compartirla, con respeto y
sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente digital. Pero en
definitiva los buenos frutos que el compartir el Evangelio puede dar, se deben
más a la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones, que a
cualquier esfuerzo nuestro. La confianza en el poder de la acción de Dios debe
ser superior a la seguridad que depositemos en el uso de los medios humanos.
También en el ambiente digital, en el que con facilidad se alzan voces con
tonos demasiado fuertes y conflictivos, y donde a veces se corre el riesgo de
que prevalezca el sensacionalismo, estamos llamados a un atento discernimiento.
Y recordemos, a este respecto, que Elías reconoció la voz de Dios no en el
viento fuerte e impetuoso, ni en el terremoto o en el fuego, sino en el
«susurro de una brisa suave» (1R 19,11-12). Confiemos en que los deseos
fundamentales del hombre de amar y ser amado, de encontrar significado y verdad
―que Dios mismo ha colocado en el corazón del ser humano― hagan que los hombres
y mujeres de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal
Newman llamaba la «luz amable» de la fe.
Las redes
sociales, además de instrumento de evangelización, pueden ser un factor de
desarrollo humano. Por ejemplo, en algunos contextos geográficos y culturales
en los que los cristianos se sienten aislados, las redes sociales permiten
fortalecer el sentido de su efectiva unidad con la comunidad universal de los
creyentes. Las redes ofrecen la posibilidad de compartir fácilmente los
recursos espirituales y litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con
un renovado sentido de cercanía con quienes profesan su misma fe. La
implicación auténtica e interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes
están lejos de la fe nos debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la
oración y la reflexión nuestra fe en la presencia de Dios, y también nuestra
caridad activa: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si
no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1).
Existen redes
sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones para
orar, meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas redes pueden asimismo
abrir las puertas a otras dimensiones de la fe. De hecho, muchas personas están
descubriendo, precisamente gracias a un contacto que comenzó en la red, la
importancia del encuentro directo, de la experiencia de comunidad o también de
peregrinación, elementos que son importantes en el camino de fe. Tratando de
hacer presente el Evangelio en el ambiente digital, podemos invitar a las
personas a vivir encuentros de oración o celebraciones litúrgicas en lugares
concretos como iglesias o capillas. Debe de haber coherencia y unidad en la
expresión de nuestra fe y en nuestro testimonio del Evangelio dentro de la
realidad en la que estamos llamados a vivir, tanto si se trata de la realidad
física como de la digital. Ante los demás, estamos llamados a dar a conocer el
amor de Dios, hasta los más remotos confines de la tierra.
Rezo para que el
Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine siempre, y al mismo tiempo os bendigo
de corazón para que podáis ser verdaderamente mensajeros y testigos del
Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»
(Mc 16,15).
Vaticano, 24 de
enero de 2013, fiesta de san Francisco de Sales
BENEDICTUS PP.
XVI